París es una comedia. Una comedia cocinada con humor, con una cierta clase de humor. Un humor patético, podría decirse con permiso del oxímoron. Hay dos personajes, dos personajes que son casi don clowns, en la medida en que los seres humanos nos comportamos a veces como verdaderos payasos. Y los payasos nos hacen reír, resultan cómicos. Ambos han renunciado a su nombre, se llaman UNO y DOS, cada día se cambian de número, en un intento de no apropiarse de nada.

Así pues los dos personajes resultan cómicos. Por lo que quieren, por lo que no quieren, y porque lo dicen de una manera cómica. Enredándose cómicamente con las palabras y entre los silencios desoladores. Uno es un poco más optimista que el otro, y el otro es algo más pesimista que el uno, pero cada uno por su carril, no por comparación.

De esta diferencia entre los dos personajes, tan semejantes por otra parte en tantas cosas, surgen situaciones jocosas, por absurdas, a lo largo de la comedia. La situación que viven estos dos personajes es también cómica, porque tratan de hacer algo sencillo, pero llevarlo a cabo les resulta dificilísimo, casi imposible. El contraste entre la “seriedad” de la empresa y la estrafalaria manera de llevarla a cabo produce esa comicidad.

La situación: quieren abandonar la ciudad, abandonar su vida anterior y viajar hasta París. A un París que sin embargo, no saben bien si seguirá siendo el París que recuerdan. Pero aún así, quieren ir a París. Se ponen en marcha y se disponen a dejar la ciudad, pero comprueban que no es tan fácil. Deciden despedirse de su única amiga, una vieja prostituta que les produce cierto consuelo, pero también un nuevo contratiempo.

En fin, los personajes, la empresa que tratan de llevar a cabo, la situación inesperada con la visita a su amiga prostituta, la conciencia de que tal vez, después de todo, deberían considerar si vale la pena le viaje o renunciar definitivamente, etc. todo esto conforma su pequeña gran epopeya: un gran paso para ellos, pero un paso microscópico para la humanidad. Nadie ha sido capaz aún de distinguir los límites del amor.

La risa se cuela hasta en los paisajes más oscuros de la tragedia; eso nos dice la experiencia humana. Y entonces aparece la noción de lo que llamamos absurdo, que es un cóctel de lágrimas de comedia y drama extraídas de la existencia humana.